lunes, 21 de noviembre de 2011

Cigarros para Yani

La primera ceniza me resultó tan amarga que me hizo rodar unas lágrimas. Sin embargo, así como estaba: con las piernas desnudas recostadas sobre la madera del parquet del living despejado del departamento, atado por los tobillos con una gruesa cinta de embalaje sobre mis borseguíes cortos y con plataforma,  pero con la espalda erguida apoyado sobre la mano enguantada contra el piso, la segunda ceniza dentro de mi boca abierta en redondo comenzó a excitarme.
Mi amada Belu era rápida y, quizás, descuidada. A Yani, en cambio, la miraba desde la altura de su ombligo descubierto, y ella, algo más delicada y tímida, presionaba mis mandíbulas con suavidad hasta abrir mi boca. Apoyaba su tibio cigarro marrón sobre mi labio inferior. Dejaba caer la ceniza sobre mi lengua. Luego lo alejaba. Belu y Yani charlaban relajadas de sus cosas en soledad. Fumaban. Felices. Sensuales. Era la madrugada del sábado interminable. Conmigo en el medio, como su privilegiado cenicero humano. Cada tanto, las chicas me permitían enjuagarme la boca con la jarra de agua fresca y escupir sobre el jarro, ambas cosas colocadas a mi costado.
-No sabés lo que fue el jueves –dijo Yani-. Tuvimos una intrusión en el sistema de Alikanon.
Hablaba con lentitud acompasada.
-Lo monitoreamos desde la ofi. En un momento mandamos dos técnicos para allá. Bue, una clave bastante jodida.
Un par de pitadas de tabaco. El humo de aroma dulzón llenó el ambiente del living del departamento de avenida Santa Fe. Cuando acabó la primera ronda de cigarros, Belu me acaricio el cabello corto en mi cabeza y dio un pequeño tirón. Obediente y ayudándome con las manos, me pude de pie. Atado por lo tobillos de los borseguíes negros con plataforma, no me quedaba otra que mantenerme en posición firme. La tanga cavada de látex negro que llevaba puesta denunciaba y estilizaba con claridad mi pene alzado. Mi ombligo descubierto sobre mi vientre delgado. Y abajo del ombligo, acordonada alrededor de mi cintura, colgaba la cigarrera dorada que tanto parecía entusiasmarlas (ver http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2011/10/dorada.html ).  Arriba, remera pupera. 
Belén me observaba con un sonrisa de placer. Sus botitas cortas de puntera redondeada con plataforma y tachas plateadas alrededor rodeando el calzado. Sus calzas ajustadas. Su mirada jocosa bajo el flequillo oscuro. Toda ella me imponía un respeto sensual que no podía resistir.
-Caballero Jorge, por favor –me dijo Belu-, a lady Gonzaga, a la que servirás en el fin de esta noche, y a tu ama.
Confieso que no pude dejar de sorprenderme del anuncio que había dejado caer acerca del fin de la noche. Me posicioné de frente a Yani (tal era el apellido de ella, ver http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2011/10/delgada-e-inocente.html ), cuidadosamente, con mi mano enguantada, abrí la caja cuadrada dorada apoyada sobre el látex tenso que cubría mi excitación. Yani sacó un cigarro y se lo colocó entre los labios. Belu me pasó el encendedor de metal opaco. Encendí la llama frente a Yani. Su tabaco humeo por primera vez, su cabello peinado carré se inclinó hacia adelante, con una sonrisa cómplice hacia mi. Tenía los ojos algo colorados.
Luego me posicioné frente a Belu y me esmeré en hacer exactamente lo mismo. Ellas fumaban otra vez. Los dedos índice y pulgar de Belu volvieron a arrugar punzantes, abajo, en mi zona más sombría. Así agarrado, ella tiro hacia abajo del látex brilloso que cubría mis testículos. Sentí el escozor. Volví con las nalgas al piso.
Los cigarros promediaban.
-No podés negar que cumplí la promesa –le dijo Belu a Yani-.
La otra asintió.
-Estoy cansada y me voy a ir –agregó-. Me voy a despedir.
Me indicó que abriera la boca y sacara un poco la lengua. Y dijo:
-Segregá la mayor cantidad de saliva que puedas.
Advertí lo que haría y transpiré un poco. Algo nervioso quise ir hacia el piso para besar sus botitas. Ella lo negó. Nuevamente a mirarla a los ojos y con la punta de la lengua afuera.
Belu me miró con los ojos enternecidos. Me acarició la barbilla con su mano, en un gesto que percibí lleno de amor. Y estrelló la última colilla en el centro de mi lengua. Me quejé un poco. Ella sostuvo fuerte mi rostro para que yo no apartara. Miró a Yani para que hiciera lo propio con su última colilla.
Yani dudó. Me observó arrodillado, con mi boca abierta en una muecay bien agarrado por mi amada. Arrojó su cigarro al piso y lo piso con la suela de su bota alta.
Ese gesto debió indicarme algo que no lo pude razonar en ese momento.
Belu me dejó libre. Me enjuagué con mucha agua fresca de la jarra.

Belu y Yani se saludaban.
Me puse de pie. Belu y yo nos abrazamos. Nos besamos en los labios.
Ella se alejó para buscar su cartera. Quedé mirando a Yani. Aun vestía solo un una tanga de cavada de látex similar a la mía y un corpiño de triángulos del mismo material que cubría unos pechos lisos y unos, sabía, deliciosos pezones (ver http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2011/09/sin-corselete.html ). Delgada. Detuve mis ojos en sus formados muslos.
-Es todo tuyo –dijo Belén-.
Antes de abrir la puerta y dejarnos solos.   

CONTINUARÁ en...
http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2012/01/derecho-masculino.html

martes, 15 de noviembre de 2011

Delfines y dientes


Una vez que estuve cambiado salí al jardín, calzado solo con mi malla y con mis Ray-Ban en la cara. Xoana y Clara estaban ya embikinadas, en las reposeras del costado de la pileta. Me quité los anteojos de sol y me zambullí al agua celeste. Ellas lo hicieron también. Jugamos en el agua. La tarde se volvió fresca y vivaz. Distraerse de los fierros y el taller un fin de semana soleado. Con dos mujeres. Eso es vida. Nos acariciamos. Bueceamos. Nos reconocimos. Nadamos. Fuimos delfines. Por un instante, olvidé que eran yeguas que aun no había domado.
Xoana subió por la escalerita y salió del agua. Estaba un poco cansada, dijo. Vi su cola bien formada, cubierta por la bikini negra, subir por los cuatro peldaños de metal. Atrás la siguió Clara, con sus nalgas algo más anchas aunque bien plantadas cubierta de lunares rojos sobre lycra blanca. Yo hice lo propio. Arriba nos miramos los tres. Estábamos empapados. Me acerqué a Xoana. Ella tomó una toalla. Yo acaricie la curva de su cintura sedosa por el agua. Ella abandonó la toalla.
La abracé. Sentí todo su cuerpo tibio y mojado. Fui con mi boca hacia sus pechos. Descubrí uno de ellos del triangulo la bikini negra. Saboree la redondeada teta y con fruición el pezón afrutillado.
-Quiero que bajes –dijo ella-.
-Vos primero –respondí yo-.
Presioné hacia abajo con mi mano sobre su cabeza de cabellos bien oscuros muy mojados y tirados hacia atrás. Ella me detuvo con suavidad. Me tomó de la mano y me indicó el quincho. Aun había mucho sol en la tarde. Fuimos hasta allí por el pasto. Clara nos siguió.
Cuando estuvimos en la sombra junto a la mesa -en la que tensamente nos habíamos hablado y tocado hacía horas (ver http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2011/08/los-dinosaurios-del-jardin.html ), casi lo había olvidado-, Xoana le indicó algo al oído a Clara.
Sin mediar palabra, Clara se arrodilló frente a mi. Me bajó la malla. Tomó mi pene alzado y mojado. Lo metió en su boca. Comenzó a sobarlo. Yo entrecerré los ojos y largué un silbido hacía lo alto de las tejas del quincho. Esa era Clara. Obediente. Gauchita. Me relajé. Ella sobaba. Ella sobaba. La tomé con ambas manos por atrás de la cabeza. Me entusiasmé. Comencé a tironear de sus rulos estirados y alisados por el agua. Cada vez con más fuerza. Gemía ronco. Cada vez con más fuerza. La cabeza de Clara iba y venía.
Lo que comenzó para ella como un saludable ejercicio de felatio, se convirtió para mi en una regia fornicada por la boca. Xoana me sacudía por el hombro. Ni la registré.
Grité: Un dolor agudo en el pene. Traté de apartar a Clara. Pero ella dentellaba fuerte entre el tronco y la cabeza del pene.
-Sos un salvaje –me dijo Xoana severa-.
Clara se levantó seria. Me subí la malla.
-Vos sos mecánica, ¿no? Como yo. Podés comprenderlo –dije a Xoana-. Yo sólo me relajé y me gustó.
-Tomás a las mujeres como hombres –se quejó Xoana-.

-Ella me mordió –grité-. Además, vos la pusiste a Clara allá abajo.
“Esto no va a quedar así”, me pareció escuchar a regañadientes. Pero, a la luz de lo que sucedió después, tengo por pensar que estas dos yeguas ya tenían toda la tarde planeada.
Se formó un silencio tenso.
-Tomemos unos refrescos. Todavía hay mucho sol –rompió Xoana-. 
-Yo aun tengo la malla muy húmeda –dije-.
Clara dudó.
-Te traigo un short seco de adentro –propuso y se alejó por el jardín-.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Corral del macho y las yeguas


-¿Qué tal ir a la pileta? –propuse-.
Ambas asintieron con la cabeza. A eso me había invitado Clara (ver http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2011/08/los-dinosaurios-del-jardin.html ).
-Supongo que tendré que cambiarme –apenas levanté el bolso con el puño-.
Clara señaló una puerta al costado de la pileta. Era un baño grande me aclaró, en el que podría cambiarme de ropa. Cuando me levanté con el bolso en la mano, ellas hicieron lo mismo detrás de mi. Caminé erguido hacia la baranda de la pileta y contemplé el agua. Aun hacía mucho calor en el jardín. Ellas me siguieron. También lo hicieron hasta la puerta de madera por la que tendría que pasar. La abrí. Di un paso. Entré. Con mi bota tejana marrón de puntera cuadrada, le di un tacazo fuerte a la madera. “Ay”, aulló Xoana.
-¿Nos vas a dejar afuera? –preguntó Clara-.
Traté de apartarlas con la mano.
-Me voy a cambiar –protesté-.
-Macho. Pero muy estructurado –dijo Xoana-. Lastimaste mis pechos –comenzó a acariciárselos sobre la tela beige de la remera de algodón larga a modo de vestido corto.
Clara me tomó del rostro, acarició con suavidad mi áspera barba de tres días y con suavidad me echó adentro del cuarto de baño. Ambas entraron y Xoana cerró la puerta. Ambas intentaron colocarme contra la pared de azulejos junto al lavatorio. Clara me sostuvo con su brazo pero sin fuerza. Con el otro brazo me quitó el bolso y lo puso sobre el inodoro cerrado. Giró sus rulos y abrió un armario sobre una pared del costado, junto a la mampara esmerilada que daba a la ducha.
Me puse duro. Tomé el rostro acaballado de Xoana y lo apreté con mi mano. Lo acerqué. Sus labios se hincharon. Me tomó por la hebilla redonda de hiero del cinturón para apartarse. Le quité los lentes oscuros. Me quité mis Ray-Ban. La besé con fuerza. Mordí sus gruesos labios. Una y otro vez. Como un durazno. Al principio chilló un poco. Pero se dejó rodear por mis brazos. Sobre mi camisa sentí sus tetas en el escote beige.
Mi mano tensa bajó hasta su muslo descubierto. Luego subí con toda la palma abierta y presioné su culo. Debajo de la remera llevaba una tanga estrecha. Así que aproveché para meter la mano entre sus nalgas lo más al fondo que pude. Una yegua ya casi estaba domada.
Pero ¿qué pasaba con Clara, la rubia de bucles amplios? Por un instante la había olvidado. Sin embargo, cuando le di un descanso a Xoana, me sentía mas flojo y liberado. Sobre todo del cinturón para abajo. Pero ¿mi cinturón de la hebilla de hierro estaba ahí?
El resplandor fuerte de la tarde entraba por la ventana alta del baño. Aun llevaba abotonada la camisa. Aun calzaba mis tejanas de puntera recortada. Pero mis pantalones jeans estaban por el piso. ¿Cuándo sucedió eso? Me distraje de Clara mientras avanzaba a la morocha de de cabello en coletta alta.
Ambas se apartaron unos pasos y sonrieron felices. Como con una travesura. Xoana tenía las marcas de mis dientes en su cara.
-Macho –dijo-. Si vas a ir a la pileta, sacate la camisa.
Pero fue ella la que estiró sus brazos, rápida, la abrió y me la quitó. Se volvió a apa
rtar. Enfurecido, quise ir hacia ellas. Pero casi me tropiezo con mis propios jean que enganchaban mis tobillos.  
Así quedé. De pie, en calzoncillos, botas aun puestas y pantalones por el piso. Frente a las féminas. De pronto, rieron un poco más jocosas. Clara, casi sin querer, señaló el frente la tela almidonada de mi boxer celeste.  
-Parece que te gustamos –dijo Xoana-.
Iba a agacharme para subirme los jeans.
-¿No íbamos a la pileta? –dijo Clara-. Tendrías que sacarte el resto de la ropa. Las botas podes dejártelas. Y, si querés, podés usar tu ropa. O, si no, nosotras también tenemos para vos.
-Bueno, macho, te dejamos a solas. Para que resuelvas que hacés con eso –señaló el frente de mi boxer de tela-
Salieron del baño. Quedé tenso. Escuchaba las cigarras del verano en el jardín.
¿Ustedes creen que me dejaron solo?

CONTINÚA en...
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