lunes, 26 de septiembre de 2011

Sin corselete


Yani parecía abstraída. Esta vez, en el grupo, nadie fumaba. Luego, seguramente, encontraríamos con qué divertirnos. Por ahora, recién empezada la noche, todo era charla. Una trompeta lenta y dulzona sonaba en el departamento el sábado a la noche. Jazz clásico de CD. Belén, mi amada Belu, disfrutaba de la escena. Pero yo estaba traspasado por los ojos de Yani. Su mirada me penetraba de tal manera que dude acerca de si me estaba mirando fijo o sencillamente estaba distraída en algún punto perdido y sólo se trataba de una coincidencia ocular. Hubiera olvidado todo si no fuera porque descruzó las delgadas piernas de jean gris y se levantó hacía mi.
Estaba justo en frente. Llevaba una remera blanca sin mangas tipo corselete ajustada. Esa prenda destacaba la casi total ausencia de tetas. Se disponía a pasar por arriba de la mesita ratona. Estiró su mano abierta hacia como para tocar mi rostro. Belu apenas echó un vistazo y volvió a la charla en que estaba. Un muchacho, creo que era gay (el que me tuve que “fumar”, ver http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2011/07/humo-en-tus-ojos.html ), se puso de pie desde un costado. Yo me puse nervioso. Él tomó a Yani desde la espalda y la rodeo con sus brazos. Ella entrecerró los ojos y sonrió. El tipo la acarició en el estomago. Metió sus dedos por adentro del jean gris de Yani. Ella se desentendió de mi y volvió hacia él. Lo separó un poco, entre sonrisas. Ambos quedaron sentados uno al lado del otro. Me sentí incómodo. Más aun cuando sentí una mano entre mis piernas que me apretó suave el bulto. Giré la cabeza. Era Belu. Creí ver un guiñó de Belén por debajo del flequillo hacia otra mujer. Quedé amargado. Algo había perdido. 
Destejí unos minutos con la vista en el piso. No advertí que Belu ya no estaba a mi lado. Sentí unos dedos finos rozar mi cuello y levante la vista. Yani pasaba a mi lado. Con la mirada, indicaba que salgamos. La seguí. Entramos en el cuarto de la cama doble. Ya solos, la besé en los labios. Fui con mi boca hasta su oreja. Abajo del corte carré del cabello, seguí hacia el cuello. Ella me desabrochaba el cinturón, la cremallera y el botón. Dejó caer mis pantalones. Mi lengua llegó a su hombro. Pero me apartó.
Nos alejamos un paso. Comencé a desabotonarme la camisa. Ella completó la tarea y me la quitó. Quedé en slip. Ella aun vestida. Me observó. De un tirón, por la cabeza, se sacó el corselete blanco.
El contraste en su cuerpo se hizo notar. Su pecho liso pero con sus pezones turgentes quedó a la vista. Con cada dedo índice y pulgar se tomó cada cilindro de carne rosada. Fui a ellos con mi boca. No había tetas allí. Ni redondeces que distrajeran. Así que me concentré en lo que debía. Los saboree. Los mordí. Hasta los pellizqué. Ella, desde arriba, asentía orgullosa de sus magníficos pezones. Arremetí hasta que se dejó caer sobre la cama. Comenzó a gemir y luego a gritar suave.
Quise saber que clase de calzón tenía puesto debajo del jean gris. Comencé a bajar por su estómago. Pero sentí las chatitas de sus pies sobre mi pierna desnuda. Con sus manos acabó de apartarme.
Nuevamente me puso de pie junto a la cama. Se arrodillo. Me bajó el slip hasta las rodillas. Mi pene apareció desembozadamente erecto. Tiré la piel hacia atrás y pelé por completo la cabeza. Ella acercó su boca. Lamió apenas con la punta de la lengua. Sentí el silencio. Denso. Abrió un poco más la boca.
Pero no la usó. Con la palma de su mano, echó el pene sobre mi estomago. Lo sostuvo así con su dedo índice.
Mi pecho se llenaba de aire.

martes, 20 de septiembre de 2011

El regreso del guerrero

Los hombres ignoramos por completo nuestro culo. Desconocemos las posibilidades sensitivas y eróticas de nuestra cola. Claro, no nos es accesible a la vista. Para mirar, optamos por el de una mujer. Eso nos identifica como heterosexuales. ¿Pero qué hay del tacto? ¿Qué hay de ese tacto cuando es ejercido por una mujer? Y aún, qué pasa cuando esa mujer esta vestida con botas altas cuero negro y puntera afilada, ajustado mini short de latex negro y guantes cortos también de látex negro. Y si encima me ama y yo  la amo a ella. Es el caso de Belén. Ella sí que me tenía agarrado aquella larga noche de viernes. Mi post anterior, publicado por Jerry, lo titulé “El vuelo de la mariposa” (ver http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2011/09/el-vuelo-de-la-mariposa.html ) pero quizás recién ahora se entienda verdaderamente por qué.
Yo de pie, inclinado hacia adelante con las manos abiertas sobre la cama doble del dormitorio. Belu también de pie, junto a mi. A medida que me fue penetrando con su dedo índice enguantado de negro y lubricado, fui sintiendo lo gruesas pero muy blandas que son las paredes del ano. Las imagine de un tono rosado y con estrías. Hasta llegar a la cavidad completa, por decirlo de alguna manera, hay un tramo lento y ajustado que ella fue recorriendo con delicia. Cuando estuvo adentro, dobló su dedo en forma de anzuelo y tiró hacia arriba. Pero mi pene aun estaba alicaído y pequeño. Por segunda vez en esa noche, sentí una molestia en la cola. Cada vez más intensa mientras ella tiraba hacia arriba con su anzuelo. Me solté de la cama. Al principio con cuidado. Quise volar. Como una mariposa.
Movía los brazos cada vez más arriba, ridículos pero preciosos mientras ella me hacía sentir el dolor más dulce y atractivo de la noche. Sin dudas, una colorida mariposa en el medio de la oscuridad, que se alejaba de algo que aun no sabía que era. Con voz lúgubre, comencé:
-Belu, Belén, mi amada, quiero... –no pude seguir-.   
Ella me daba aliento. Acariciaba mi vientre y mi ombligo con su otra mano enguantada. Pero seguía tirando de mi ano hacia arriba. El dolor ya era intenso. Yo en puntas de pie. No podía sentirme más colorido.
Inclinado, volvía mirar mi pene. Entonces lo comprendí. Ahora si estaba erecto. Admirablemente erecto. Me hubiera sentido orgulloso de mi pito. Quizás lo estaba. Sin embargo, la mariposa se alejaba del guerrero. Comencé a jadear fuerte. De nervios. De placer. De dolor. Belu lo advirtió todo. Me soltó. Me depositó boca arriba sobre la cama. Ella había colocado mi corazón en mi culo. Me puse el forro. Fue, reconozco, el único momento en que lo toqué a él. Mi cola latía con intensidad.
Belu se desnudó. Me montó. Mi pene le respondió como nunca. Entre los dos me tenían rendido. Y yo estaba saciado de sentirlos felices a ellos. Belu sabía mejor que yo como entenderse con él.
Comenzaron los gemidos de guerrera nórdica de ella. Fue un coito largo. El pene eyaculó en su vagina como una fuente de leche blanca. A modo de consuelo, Belu inclinaba todo su cuerpo sobre mi. Yo fui levantando la cabeza. Hasta que sus pechos redondeados y pequeños estuvieron sobre mi rostro. Saboree los pezones con encanto. Mi terrón de azúcar. Mi vuelo de mariposa. Creo que ella también lo disfrutó. El resplandor del velador era tenue. Caímos rendidos.
 Aquella noche de viernes en la habitación de Belu, habría pasado inadvertida. Quizás hasta lo hubiera olvidado todo. No habría escrito nada para el Black Rabbit, si hubiera sido porque el martes a la mañana cuando fui a defecar tuve una sensación. Me sentía placido y despejado después del desayuno. Sentado en el inodoro, mientras mi caca salía gruesa y frondosa de mi intestino, comencé asentir un cosquilleo dulce. Una sensación que conocía. Un fulgor remitió un momento que quería abadonar. Cuando pasé al videt mi cola latía. El agua fresca comenzó a limpiarme. Hasta que el chorro de agua, agudo, dio justo en un punto en la parte de arriba del ano. Enderecé la espalda. Sentí una enorme dulzura. Gemí un poco.
Me levante para secarme. Mientras manipulaba con el papel higiénico lo advertí. Mi pene estaba erecto. Estaba en el baño de mi casa. Mi cuerpo era mío. El guerrero volvía a casa. Pero, ay, estaba completamente solo. Quise consolarme. Lo acaricié. Lo tomé con las manos. Su piel se veía fina y tensa. En mi baño, la luz de la mañana entraba por la ventana alta de la ducha. Con los pantalones y los calzones por los tobillos, comencé a frotarlo mientras pensaba. Extrañaba a Belu.

martes, 6 de septiembre de 2011

El vuelo de la mariposa


La noche del viernes fue larga para un hombre que, como yo, estaba cansado y le costaba ponerse erecto. Por suerte, soy maleable. Mi cuerpo es una tabula rasa en la que Belén escribe con la tinta del deseo. Como dije en “El uniforme y el soldado” (ver http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2011/07/el-uniforme-y-el-soldado.html), recién recordé esa noche de viernes, el martes siguiente cuando fui al baño a defecar. Ya veremos por qué.
Del primer polvo de esa noche de viernes, la recuerdo a ella desnuda, con su vello frondoso sobre el sexo, pero con los guantes negros cortos y la botas altas de puntera afilada. Montada sobre mi, maltrataba y exigía a mi pene con su vulva. Él, siempre erecto y complaciente, no hacía más que guerrear en su interior. Pero eyaculé en seguida. Estaba tan forzado, que sentí el semen blanco salir de la pequeña ranura del pene como si lo estuvieran exprimiendo. Belu se bajo de mi decepcionada. Sin decir palabra. Apenas si sentí rozar suave y tibio el cuero negro de su bota alta sobre mi estómago.
Yo quedé exhausto sobre el mullido lecho de doble plaza. No muy distinto a como había estado mientras ella me montaba sexualmente. La luz del velador era tenue. Vi sus ojos negros, brillantes y pequeños. Me observaban con cierta dureza. Hasta que se dio vuelta. Y me dejó la vista de su cola al aire. Su cabello negro y lacio por su espalda. Fue lo último después de ese primer polvo fallido. Mis ojos se cerraron. No lo quería. Pero la noche ya estaba muy entrada. Me quité el profiláctico en la somnolencia. El viernes agotado por toda la semana había quedado atrás. Pero aun pesaba.
Esta vez Belu me dejó en paz. No hizo nada por cortar mi caída en el mundo onírico. Volví a abrir los ojos por mi propia voluntad. Ella estaba a mi lado. Recostada en la cama. Con la cabeza levantada, apoyada sobre su mano enguantada de látex negro. Aun llevaba las botas altas. Con la inclinación del rostro, su flequillo se descorría de su frente. Sonreía. Traté de erguirme sobre la almohada. Había pasado el tiempo. Porque ya no estaba desnuda. Sobre el pecho llevaba una remera holgada sin mangas pero lo suficientemente corta para dejar su pupo a descubierto. Abajo de la cintura había vuelto el ajustado mini short de cuero negro. Sonreía. Sabía lo que me volvía loco.

Tenía unas piernas que, adornadas con el cuero negro, aun se veían más delicadas. El ambiente de la habitación era agradable. La puntera de su bota frotó mi tobillo. Bajo el ajustado cuero negro había una vagina que yo comenzaba a desear. Me incorporé un poco más sobre la almohada. Aunque sentía mis músculos como una región inhóspita. Advertí que estaba desnudo. Traté de sacar provecho de ello. Comencé de masturbarme. Belu no hizo nada. Pero al ver que mi alicaído pene continuaba impávido, me apartó las manos. Nuevamente advertí que sus  guantes estaban impregnados de una fina capa de un líquido lubricante.
-Creo que yo me entiendo mejor con él –dijo-.
Salió de la cama y caminó hasta el centro de la habitación. Yo me puse pie y, desnudo por completo como estaba, caminé hacia ella. La besé en los labios. Sus ojos brillaron entrecerrados. Luego, con suavidad me dio media vuelta y sin que yo flexionara las piernas, me inclinó la espalda hacia adelante. Yo me apoyé con las manos sobre la cama. Advertía lo que sucedería. Así que cuando, por abajo, vi sus botas, abrí las piernas lo mas que pude.

Como era de esperarse, primero ella abrió mis velludas nalgas y penetró mi ano por segunda vez en una noche de viernes. Su dedo índice, sedoso, avanzó con mayor facilidad que la vez anterior. Miré mi pene por entre mis brazos. Estaba pequeño. Belén había fracasado. Quizás si me hubiera masturbado. Pero su dedo índice enguantado de negro no se movió de donde estaba. En mi ano, se dobló en forma de anzuelo. Tiró hacia arriba. Sentí una dulce molestia.