martes, 20 de septiembre de 2011

El regreso del guerrero

Los hombres ignoramos por completo nuestro culo. Desconocemos las posibilidades sensitivas y eróticas de nuestra cola. Claro, no nos es accesible a la vista. Para mirar, optamos por el de una mujer. Eso nos identifica como heterosexuales. ¿Pero qué hay del tacto? ¿Qué hay de ese tacto cuando es ejercido por una mujer? Y aún, qué pasa cuando esa mujer esta vestida con botas altas cuero negro y puntera afilada, ajustado mini short de latex negro y guantes cortos también de látex negro. Y si encima me ama y yo  la amo a ella. Es el caso de Belén. Ella sí que me tenía agarrado aquella larga noche de viernes. Mi post anterior, publicado por Jerry, lo titulé “El vuelo de la mariposa” (ver http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2011/09/el-vuelo-de-la-mariposa.html ) pero quizás recién ahora se entienda verdaderamente por qué.
Yo de pie, inclinado hacia adelante con las manos abiertas sobre la cama doble del dormitorio. Belu también de pie, junto a mi. A medida que me fue penetrando con su dedo índice enguantado de negro y lubricado, fui sintiendo lo gruesas pero muy blandas que son las paredes del ano. Las imagine de un tono rosado y con estrías. Hasta llegar a la cavidad completa, por decirlo de alguna manera, hay un tramo lento y ajustado que ella fue recorriendo con delicia. Cuando estuvo adentro, dobló su dedo en forma de anzuelo y tiró hacia arriba. Pero mi pene aun estaba alicaído y pequeño. Por segunda vez en esa noche, sentí una molestia en la cola. Cada vez más intensa mientras ella tiraba hacia arriba con su anzuelo. Me solté de la cama. Al principio con cuidado. Quise volar. Como una mariposa.
Movía los brazos cada vez más arriba, ridículos pero preciosos mientras ella me hacía sentir el dolor más dulce y atractivo de la noche. Sin dudas, una colorida mariposa en el medio de la oscuridad, que se alejaba de algo que aun no sabía que era. Con voz lúgubre, comencé:
-Belu, Belén, mi amada, quiero... –no pude seguir-.   
Ella me daba aliento. Acariciaba mi vientre y mi ombligo con su otra mano enguantada. Pero seguía tirando de mi ano hacia arriba. El dolor ya era intenso. Yo en puntas de pie. No podía sentirme más colorido.
Inclinado, volvía mirar mi pene. Entonces lo comprendí. Ahora si estaba erecto. Admirablemente erecto. Me hubiera sentido orgulloso de mi pito. Quizás lo estaba. Sin embargo, la mariposa se alejaba del guerrero. Comencé a jadear fuerte. De nervios. De placer. De dolor. Belu lo advirtió todo. Me soltó. Me depositó boca arriba sobre la cama. Ella había colocado mi corazón en mi culo. Me puse el forro. Fue, reconozco, el único momento en que lo toqué a él. Mi cola latía con intensidad.
Belu se desnudó. Me montó. Mi pene le respondió como nunca. Entre los dos me tenían rendido. Y yo estaba saciado de sentirlos felices a ellos. Belu sabía mejor que yo como entenderse con él.
Comenzaron los gemidos de guerrera nórdica de ella. Fue un coito largo. El pene eyaculó en su vagina como una fuente de leche blanca. A modo de consuelo, Belu inclinaba todo su cuerpo sobre mi. Yo fui levantando la cabeza. Hasta que sus pechos redondeados y pequeños estuvieron sobre mi rostro. Saboree los pezones con encanto. Mi terrón de azúcar. Mi vuelo de mariposa. Creo que ella también lo disfrutó. El resplandor del velador era tenue. Caímos rendidos.
 Aquella noche de viernes en la habitación de Belu, habría pasado inadvertida. Quizás hasta lo hubiera olvidado todo. No habría escrito nada para el Black Rabbit, si hubiera sido porque el martes a la mañana cuando fui a defecar tuve una sensación. Me sentía placido y despejado después del desayuno. Sentado en el inodoro, mientras mi caca salía gruesa y frondosa de mi intestino, comencé asentir un cosquilleo dulce. Una sensación que conocía. Un fulgor remitió un momento que quería abadonar. Cuando pasé al videt mi cola latía. El agua fresca comenzó a limpiarme. Hasta que el chorro de agua, agudo, dio justo en un punto en la parte de arriba del ano. Enderecé la espalda. Sentí una enorme dulzura. Gemí un poco.
Me levante para secarme. Mientras manipulaba con el papel higiénico lo advertí. Mi pene estaba erecto. Estaba en el baño de mi casa. Mi cuerpo era mío. El guerrero volvía a casa. Pero, ay, estaba completamente solo. Quise consolarme. Lo acaricié. Lo tomé con las manos. Su piel se veía fina y tensa. En mi baño, la luz de la mañana entraba por la ventana alta de la ducha. Con los pantalones y los calzones por los tobillos, comencé a frotarlo mientras pensaba. Extrañaba a Belu.

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