lunes, 7 de noviembre de 2011

Corral del macho y las yeguas


-¿Qué tal ir a la pileta? –propuse-.
Ambas asintieron con la cabeza. A eso me había invitado Clara (ver http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2011/08/los-dinosaurios-del-jardin.html ).
-Supongo que tendré que cambiarme –apenas levanté el bolso con el puño-.
Clara señaló una puerta al costado de la pileta. Era un baño grande me aclaró, en el que podría cambiarme de ropa. Cuando me levanté con el bolso en la mano, ellas hicieron lo mismo detrás de mi. Caminé erguido hacia la baranda de la pileta y contemplé el agua. Aun hacía mucho calor en el jardín. Ellas me siguieron. También lo hicieron hasta la puerta de madera por la que tendría que pasar. La abrí. Di un paso. Entré. Con mi bota tejana marrón de puntera cuadrada, le di un tacazo fuerte a la madera. “Ay”, aulló Xoana.
-¿Nos vas a dejar afuera? –preguntó Clara-.
Traté de apartarlas con la mano.
-Me voy a cambiar –protesté-.
-Macho. Pero muy estructurado –dijo Xoana-. Lastimaste mis pechos –comenzó a acariciárselos sobre la tela beige de la remera de algodón larga a modo de vestido corto.
Clara me tomó del rostro, acarició con suavidad mi áspera barba de tres días y con suavidad me echó adentro del cuarto de baño. Ambas entraron y Xoana cerró la puerta. Ambas intentaron colocarme contra la pared de azulejos junto al lavatorio. Clara me sostuvo con su brazo pero sin fuerza. Con el otro brazo me quitó el bolso y lo puso sobre el inodoro cerrado. Giró sus rulos y abrió un armario sobre una pared del costado, junto a la mampara esmerilada que daba a la ducha.
Me puse duro. Tomé el rostro acaballado de Xoana y lo apreté con mi mano. Lo acerqué. Sus labios se hincharon. Me tomó por la hebilla redonda de hiero del cinturón para apartarse. Le quité los lentes oscuros. Me quité mis Ray-Ban. La besé con fuerza. Mordí sus gruesos labios. Una y otro vez. Como un durazno. Al principio chilló un poco. Pero se dejó rodear por mis brazos. Sobre mi camisa sentí sus tetas en el escote beige.
Mi mano tensa bajó hasta su muslo descubierto. Luego subí con toda la palma abierta y presioné su culo. Debajo de la remera llevaba una tanga estrecha. Así que aproveché para meter la mano entre sus nalgas lo más al fondo que pude. Una yegua ya casi estaba domada.
Pero ¿qué pasaba con Clara, la rubia de bucles amplios? Por un instante la había olvidado. Sin embargo, cuando le di un descanso a Xoana, me sentía mas flojo y liberado. Sobre todo del cinturón para abajo. Pero ¿mi cinturón de la hebilla de hierro estaba ahí?
El resplandor fuerte de la tarde entraba por la ventana alta del baño. Aun llevaba abotonada la camisa. Aun calzaba mis tejanas de puntera recortada. Pero mis pantalones jeans estaban por el piso. ¿Cuándo sucedió eso? Me distraje de Clara mientras avanzaba a la morocha de de cabello en coletta alta.
Ambas se apartaron unos pasos y sonrieron felices. Como con una travesura. Xoana tenía las marcas de mis dientes en su cara.
-Macho –dijo-. Si vas a ir a la pileta, sacate la camisa.
Pero fue ella la que estiró sus brazos, rápida, la abrió y me la quitó. Se volvió a apa
rtar. Enfurecido, quise ir hacia ellas. Pero casi me tropiezo con mis propios jean que enganchaban mis tobillos.  
Así quedé. De pie, en calzoncillos, botas aun puestas y pantalones por el piso. Frente a las féminas. De pronto, rieron un poco más jocosas. Clara, casi sin querer, señaló el frente la tela almidonada de mi boxer celeste.  
-Parece que te gustamos –dijo Xoana-.
Iba a agacharme para subirme los jeans.
-¿No íbamos a la pileta? –dijo Clara-. Tendrías que sacarte el resto de la ropa. Las botas podes dejártelas. Y, si querés, podés usar tu ropa. O, si no, nosotras también tenemos para vos.
-Bueno, macho, te dejamos a solas. Para que resuelvas que hacés con eso –señaló el frente de mi boxer de tela-
Salieron del baño. Quedé tenso. Escuchaba las cigarras del verano en el jardín.
¿Ustedes creen que me dejaron solo?

CONTINÚA en...
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