miércoles, 11 de abril de 2012

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            Viene de  “Los tiempos cambian” ( ver http://blackrabbitdejerry.blogspot.com.ar/2012/04/los-tiempos-cambian.html )

Cuando terminamos de tener sexo, saqué el pene del ano de Len y él se echó en el sofá a descansar. Yo, en cambio, me levanté desnudo y sigiloso, y corrí al baño. Me vestí y volví al living. Me agaché frente al sofá donde yacía Len. Me sentí contento de verlo a él tranquilo. Sabía que él estaba feliz. Le acaricié el hombro, lo bese en la mejilla.
-Querido, me voy a casa. Te dejo la llave del departamento puesta en la puerta del lado de adentro. No te levantes. Aprovechá a relajarte. Nos vemos mañana –me despedí en voz baja junto a su oído-.
Len me saludó con la mano. Salí de allí y en la calle tomé un taxi. Tenía hambre. Cené un pizza en casa, me di una ducha tibia y me dormí. Al otro día, la jornada en la oficina se hacía difícil de sostener. Los cabezazos del sueño se hacían frecuentes. Era viernes. Se suponía que por la noche saldría con Len. Sin embargo no le mandé mensaje de celular ni lo llamé.
A la salida del trabajo, ya en mi departamento, puse dos cafés a calentar y me senté a esperar. Fue sincrónico. Len llegó cuando la cafetera indicó que la merienda estaba lista. Nos sentamos junto a la mesa. Él había traído un paquete de medialunas.    
Durante un rato, bebimos y comimos en silencio, con miradas a los ojos entre bocado y bocado. Como cada viernes en ciudad de Buenos Aires, la semana del centro se quemaba por la ventana entre automóviles, voces, ruidos, alguna manifestación política, bajo el último rayo rojizo del atardecer.
-Lo de anoche fue hermoso –rompió él-.
-Sí, a mi también me gustó mucho –sonreí-
Hice un silencio.
-Len, hoy no tengo ganas de ir al pub –proseguí-. Estoy cansado y no tengo buen ánimo.
Él trató de comenzar su adorable prédica para darme aliento. Con suavidad puse mis dedos en sus labios.
-No. Esto es otra cosa.
Len era un hombre hermoso. Sin embargo, unas ojeras inmensas le rodeaban cada globo ocular. Suponía que mi rostro debía estar igual.
-Vos y los chicos del club fueron muy buenos conmigo. Todos me recibieron bien. Y estoy en deuda con vos. No tengo palabras para agradecerte tu afecto y tu presencia. Pero creía otra cosa de mismo. Me sentía un turista en el país de la homosexualidad. El jueves ví a una chica en el pub. Una chica que me gustó (ver http://blackrabbitdejerry.blogspot.com.ar/2012/03/una-incursion.html ). Vos podrás decirme que quizás es lesbiana. Eso no es importante. Porque me di cuenta que no soy un turista. Soy un exiliado en país homosexual. Y como exiliado que soy, ustedes me dieron lo mejor de sí y me trataron con el mejor cariño. Len, tenés que comprenderlo. Quiero volver. Como todo exiliado, deseo volver a la patria. Y mi patria afectiva y sexual está poblada de mujeres.
-Se trata de una mujer. No de la que viste en el pub. Sino de eso mujer que es la tiranía de tu patria –replicó él-.
-Lucharé contra la tiranía. Pero aun si no logro los cambios, eso no importa. Quiero volver.
Lo miré fijo a los ojos. Me tomó la mano.
-Como quieras, Jorge. Soy tu amigo. Sabés lo que te quiero. Será lo que vos digas. Está todo bien.
Len se fue. El fin de semana, me dediqué a estar solo, a leer, a dormir. El trabajo en los días siguientes se hizo medianamente soportable. Sentía que era el momento de conocer a una nueva mujer. Pero la idea de llamar a Belén se apoderaba de mi cada noche. La tiranía, como había dicho Len. Sin embargo, me sentía fuerte. No temía ser herido o despreciado. Temía ser rechazado. Porque sabía que si eso sucedía, no tendría otra oportunidad.  
He hablado maravillas de Len. Sería excesivo insistir con piropos. Pero es raro como se dan las cosas. Aun pasó casi una semana más sin que nos volviéramos a ver. Un miércoles me llamó para invitarme a salir el sábado. Tanta anticipación de su parte me hizo pensar en alguna otra cosa. Quizás en alguna sorpresa. Quizás, tan buen amigo que era, sospechaba algún estado de animo mío que el sabría reparar. Algo de eso había. Iríamos al pub que acostumbrábamos, en el microcentro, en la calle reconquista.
Le acepté a Len ir al local vestido solamente con mi camisa de seda, mis borseguíes cortos y mi slip de látex negro cavado que me dejaba la mitad de las nalgas a descubierto. Sentía nostalgia. Quizás fuera la última vez que me vistiera así para los chicos del club.

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