martes, 19 de julio de 2011

Dolores de hombre II. Rubíes oscuros

SE RECOMIENDA LEER "DOLORES DE HOMBRE".
http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2011/07/dolores-de-hombre.html


“Vos estás desnudo... excitado, de pie delante de nosotras. ¿No sentís, no sé, incomodidad, vergüenza o algo así?”, dijo una rubia de rostro insípido, voz aguda y nasal, sentada en la punta del sofá que estaba frente a mi.
Miré a mi novia en silencio. Ella desde abajo, sentada tranquila en el sillón me devolvió la mirada. Acarició con suavidad mi cola tersa y desnuda. En efecto estaba turbado.
Aclaremos. Las amigas eran tres. Pero una, había ido a la cocina a buscar hielo de la heladera, un repasador y una plato sopero. Yo estaba de pie frente a la rubia insípida y a otra morocha algo gruesa y de expresión tímida, mesita ratona de por medio, en el living del departamento de Belu, mi novia, con los pantalones y la ropa interior por las rodillas, mi pene alzado y dolorido, delante de las chicas invitadas.
La otra de las chicas volvió con los elementos. Era delgada, llevaba cabello lacio y largo. Su mirada parecía curiosa pero su tranquilidad me resultaba inquisidora. Ella misma envolvió el hielo con el repasador y le dio el paquete a Belu.
            -Jorge, te presentó a Julia –me dijo Belu y le pasó el plato sopero a la mujer que acababa de mencionar-.
Julia era una morena de rasgos algo aindiados, ojos negros como rubíes oscuros, boca algo finita y pintada de un rosa muy suave, cabello largo lacio y azabache. Me observaba con simpatía y desdén. Julia era de estatura media. Llevaba un jersey apenas escotado. Era algo gruesa, cola redondeada en un jean ajustado y botas altas de gamuza beige por arriba del pantalón, de taco alto pero cuadrado.
-Estoy dolorido, me molesta mucho el pene y la zona –dije a modo de respuesta tardía a la rubia-. Es como una tensión.
-¿Qué hiciste? –me interrogó la rubia-.
-Estuvo con otra mujer revolcándose por ahí –musitó Julia-.
Giré la cabeza con brusquedad hacia Belu.
-¡Eso no es así! –exclamé-. Sólo hablé por teléfono con otra mujer.
Se hizo un silencio.
-Qué bueno es escuchar la verdad –reflexionó Belu-. Vas a estar mejor.
Supe que ahora sí estaba vencido. Comenzaron las prácticas. Belú frotó el repasador frío sobre mis testículos y el pene. Eso me suavizaba. Sin embargo, Julia me causaba excitación extra. Miraba su rostro suave. Las otras chicas asomaban con curiosidad.
-Bueno, ya podría ser –dijo una-
Algo habría hablado por teléfono sobre mi. Belu asintió y le dio el plato sopero a Julia. La morocha de labios rosa se inclinó un poco y, con cuidado, lo puso justo debajo de la cabeza del pene. Frente a esas piernas gruesas flexionadas y a esas botas poderosas de taco ancho, sólo sentía el deseo de arrodillarme para estar a su disposición. “Si mi novia había llamado a esta morocha gruesa y sensible es porque me conocía bien”, pensaba.
 Tomé mi pene erecto con mis manos eché la piel de la cabeza hacia atrás y me masturbé sin poder despegar la mirada de Julia y bajo las caricias de Belu en mi cola. Eyaculé todo lo que pude sobre el plato. Las cuatro festejaron en susurros. Sentí vergüenza y un rechazo interior –sentimientos propios de la masturbación masculina-.
Pero me dejé llevar por el placer. Por fin, acabé seco de semen. Julia me acarició el rostro.
Bajé la cabeza e intenté vestirme. Deseaba salir de allí. Pero las chicas insistieron, de buena gana y con sonrisas, en que me quedara. Yo no quería. Hasta que Belu, calida como siempre dijo:
-La vas a pasar bien. Mejor quedate.
En lugar de ponerme la ropa, acabé de desvestirme. Ya totalmente desnudo, Belu me invitó a darme una ducha. No se podía negar que todos los dolores y culpas habían acabado. Antes de que desapareciera del living, mi novia prometió:
-Y quizás, cuando estés limpio y fresco, Julia permita que le muerdas la cola.
            Julia abrió la boca en una “o” inmensa. Los rubíes oscuros de sus ojos brillaban como nunca. Aun entraba luz por el ventanal del balcón.

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