miércoles, 15 de junio de 2011

Cartas a la reina plateada

Alina María:
               Te dije que te escribiría. Me acabas de cortar la comunicación, lo cual me llena de deseo y para nada quiero perderte. Te contaré todo lo que quieras saber de mi cuando me lo solicites. Como verás, tengo alguna experiencia en el tema de entregarme entero.
           Soy un chico de capital federal deseoso de tener una diosa como vos. Y, por supuesto, me encantaría que nos veamos. Yo puedo ser tu perro, tu puta, o tu juguetito para que te diviertas. Creeme que podrás aprovechar mi cuerpo para tu mejor placer. Algunas chicas, por ejemplo, usaron mi boca como recipiente de distintas cosas.
         Y si no, siempre seré tu sumiso caballero, dispuesto a ponerme de rodillas para besar los pies de mi diosa.
         A tus pies...

Julius



 Alina María, reina de bikini plateada:


                                   Las razones de las que te hablé son personales. Ya  conocerás mejor a tu juguetito. Esa y otras cuestiones me están dificultando enviarte las fotos. Pero lo haré.
          Mientras tanto, me pregunto cuando llegara el momento en el que yo esté frente a la parte de abajo de tu bikini plateada. Yo de rodillas dispuesto a lamer ese plateado como un perro fiel en total entrega a su dueña.
          Sin embargo, vos decís que si estuvieras frente a mi, le darías a mi pene 14 vueltas de alambre. Ya me veo de pie, desnudo, con las piernas bien juntas (en total disciplina), derecho, erguido, casi sacando pecho (soy delgado y bastante alto, esa pose me quedará bien), con los brazos en jarra y las manos tomando la cintura. Quizás ayudándote a sostener el pene alzado mientras vos le das las vueltas de alambre.
         Mirariamos los dos como la "cabecita" ya pelada lentamente se pone colorada.
         Por las dudas, será mejor que me amordaces. Así mis quejidos se escucharán como gemidos dulces. Y nada mas. No te molestaran. Me podrás llenar la boca con algo (podría ser la bikini plateada, vos podrías tener puesto otra cosa o estar totalmente vestida). Mi cavidad bucal bien llena. Luego podrás atarme la boca con un pañuelo largo o con una correa, o algo así, que me divida la boca en dos, que me impida cerrarla y me deje las mandíbulas abiertas. Eso funcionará.  Si es necesario, podrías tirarme de los pelos la cabeza hacia atrás.
        ¿ Te imaginás las cosas que podrías hacer conmigo desnudo, con el pene alzado y atrofiado de alambre, amordazado, con las piernas juntas y los brazos en jarra?
Estos son algunos consejitos que te permitirán usar y disfrutar mejor tu nuevo juguetito.
        Y si no, siempre seré tu sumiso caballero, a los pies de su diosa, dispuesto a postrarse de rodillas para besarla...

Julius

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